El siguiente ensayo tuve el honor de leerlo en la exposición "200 años de independencia, 100 años de Revolución" en el Museo Histórico de Reynosa, por invitación de Fomento Cultural Reynosa A.C. llevado a cabo el 25 de junio de 2010.
Fascinación por Villa.
Una de las figuras más emblemáticas de la Revolución mexicana, es sin lugar a dudas Pancho Villa. La figura iconográfica del “Centauro del Norte”, es, junto con Zapata, una de las que mayor penetración han tenido en la cultura popular: su vida ha sido llevada al cine, teatro, artes graficas y la literatura.
Existe en la literatura norteamericana del siglo veinte cierta fascinación por el personaje, por la figura, por la leyenda que en se forma alrededor de Villa.
En 1911 un corresponsal de guerra del Metropolitan Magazine de Portland llamado John Reed cruzó la frontera de Chihuahua para entrevistarse con los líderes de la División del Norte. Tras su entrevista con Villa lo siguió a lo largo de sus batallas en el norte del país hasta conocer al futuro presidente Carranza. Sus entrevistas y reportajes tuvieron mucha aceptación entre los lectores del diario y dejó plasmadas sus impresiones en el libro “México Insurgente”. Con el tiempo Reed se vuelve uno de los escritores más importantes de la literatura estadounidense durante el siglo XX.
En 1913, el reconocido escritor estadounidense Ambrose Bierce, entonces septuagenario, decide cruzar la frontera al vecino México para documentar el movimiento revolucionario. Es en Ciudad Juárez donde conoce a Francisco Villa y en un giro súbito se une a la causa villista para combatir. Un año después se pierde la pista de Bierce; se ha especulado que murió en el sitio de Ojinaga, donde un documento de la época habla de la muerte en batalla de un “gringo viejo”; aunque la tradición oral dice que murió fusilado en la Sierra Mojada en Coahuila. Lo cierto es que la desaparición de Bierce en México forma ya parte de la leyenda de “Bitter Bierce”.
El escritor Mexicano Carlos Fuentes en su novela de 1985 “Gringo Viejo”, retoma la figura de Bierce y analiza la tensión de la guerra en la población.
Tanto Reed, como Bierce conocieron de cerca a Villa, convivieron con él, con la tropa, con el pueblo durante meses, hasta la salida del país del primero y la desaparición del segundo.
Pero más allá del momento histórico, ¿que es lo que hace a estos personajes quedarse al lado del General Villa?
Es difícil encontrar alguna referencia de Bierce al respecto, de hecho debido a su temperamento, podríamos decir que buscaba la muerte, a su modo de forma honrosa. De acuerdo a una carta a algún familiar en Washington fechada en octubre de 1913, el escritor se despide diciendo: «Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!».
Y aunque esta despedida casi premonitoria nos revela mucho de la personalidad de Bierce, apenas y nos da un leve esbozo de la importancia que el movimiento revolucionario tenía para los intelectuales de la época.
Para comprender el impacto de la personalidad de Villa en los escritores e intelectuales, son reveladores los relatos que Reed público, donde describía el comportamiento, las actitudes, las preocupaciones y las limitantes del caudillo.
En su “México Insurgente” Reed dedica 8 capítulos a la figura de Villa. Estos nos permiten ver al humano detrás del mito.
Villa es el hijo de peones ignorantes, que nunca tuvo una educación formal, quien evadió a las fuerzas del orden durante 22 años por asesinato y abigeato. Pasó su juventud básicamente huyendo por las montañas, no tenía la mínima concepción de la complejidad de la civilización.
Se une al movimiento de Madero aun siendo un prófugo. Su vocabulario era limitado, crudo, en pocas palabras “pelado”. Su ignorancia lo hacía a primera vista un hombre ingenuo. Y es quizá esta ingenuidad lo que impacta de entrada a los periodistas, escritores e intelectuales de los que se hizo rodear una vez que se distingue como líder del movimiento.
Era además un sujeto carismático, siendo un bandido sus objetivos fueron siempre las propiedades y el ganado de los grandes hacendados. Su botín siempre se repartió entre sus hombres y las comunidades más necesitadas, era conocido como “el amigo de los pobres”; por lo anterior Reed lo describe como el Robin Hood mexicano.
Eran además bien conocidos su aplomo y coraje en la batalla.
Su humildad y nobleza eran incuestionables. Cuando alguien le insinúa la posibilidad de lanzarse a la presidencia, él reconoce no tener la educación suficiente para gobernar el país. Fue fiel a Madero aún en el momento más aciago de su rompimiento con Huerta. A Carranza siempre lo llamó “mi jefe”.
Fue un hombre alegre. Disfrutaba de las corridas de toros, incluso, se lanzaba al ruedo aun sin conocer a bien la tauromaquia; además peleaba a sus propios gallos. Nunca se le vio tomado y no fumaba. Sus grandes pasiones eran las mujeres y el baile, lo que le valió el mote de “el mejor novio de México”.
Pero, a mi parecer, lo que realmente genera la fascinación de estos escritores es que Villa era curioso, inquisitivo. Una persona que siempre trató de superarse a si mismo. Siempre quería saber el porque de las cosas; aunque no alcanzara a comprender. Se forzó a si mismo a aprender a leer y escribir cuando se vio ya involucrado en política, sin importar las posibles risas burlonas cuando leía como un niño alargando las palabras.
Disfrutaba descubrir nuevas ideas y se informaba al respecto, cuestionaba a los intelectuales sobre el socialismo o bien sobre el voto femenino.
Y esto hace de aquel insignificante Doroteo Arango la esfinge gloriosa de Villa.
Existe en la literatura norteamericana del siglo veinte cierta fascinación por el personaje, por la figura, por la leyenda que en se forma alrededor de Villa.
En 1911 un corresponsal de guerra del Metropolitan Magazine de Portland llamado John Reed cruzó la frontera de Chihuahua para entrevistarse con los líderes de la División del Norte. Tras su entrevista con Villa lo siguió a lo largo de sus batallas en el norte del país hasta conocer al futuro presidente Carranza. Sus entrevistas y reportajes tuvieron mucha aceptación entre los lectores del diario y dejó plasmadas sus impresiones en el libro “México Insurgente”. Con el tiempo Reed se vuelve uno de los escritores más importantes de la literatura estadounidense durante el siglo XX.
En 1913, el reconocido escritor estadounidense Ambrose Bierce, entonces septuagenario, decide cruzar la frontera al vecino México para documentar el movimiento revolucionario. Es en Ciudad Juárez donde conoce a Francisco Villa y en un giro súbito se une a la causa villista para combatir. Un año después se pierde la pista de Bierce; se ha especulado que murió en el sitio de Ojinaga, donde un documento de la época habla de la muerte en batalla de un “gringo viejo”; aunque la tradición oral dice que murió fusilado en la Sierra Mojada en Coahuila. Lo cierto es que la desaparición de Bierce en México forma ya parte de la leyenda de “Bitter Bierce”.
El escritor Mexicano Carlos Fuentes en su novela de 1985 “Gringo Viejo”, retoma la figura de Bierce y analiza la tensión de la guerra en la población.
Tanto Reed, como Bierce conocieron de cerca a Villa, convivieron con él, con la tropa, con el pueblo durante meses, hasta la salida del país del primero y la desaparición del segundo.
Pero más allá del momento histórico, ¿que es lo que hace a estos personajes quedarse al lado del General Villa?
Es difícil encontrar alguna referencia de Bierce al respecto, de hecho debido a su temperamento, podríamos decir que buscaba la muerte, a su modo de forma honrosa. De acuerdo a una carta a algún familiar en Washington fechada en octubre de 1913, el escritor se despide diciendo: «Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!».
Y aunque esta despedida casi premonitoria nos revela mucho de la personalidad de Bierce, apenas y nos da un leve esbozo de la importancia que el movimiento revolucionario tenía para los intelectuales de la época.
Para comprender el impacto de la personalidad de Villa en los escritores e intelectuales, son reveladores los relatos que Reed público, donde describía el comportamiento, las actitudes, las preocupaciones y las limitantes del caudillo.
En su “México Insurgente” Reed dedica 8 capítulos a la figura de Villa. Estos nos permiten ver al humano detrás del mito.
Villa es el hijo de peones ignorantes, que nunca tuvo una educación formal, quien evadió a las fuerzas del orden durante 22 años por asesinato y abigeato. Pasó su juventud básicamente huyendo por las montañas, no tenía la mínima concepción de la complejidad de la civilización.
Se une al movimiento de Madero aun siendo un prófugo. Su vocabulario era limitado, crudo, en pocas palabras “pelado”. Su ignorancia lo hacía a primera vista un hombre ingenuo. Y es quizá esta ingenuidad lo que impacta de entrada a los periodistas, escritores e intelectuales de los que se hizo rodear una vez que se distingue como líder del movimiento.
Era además un sujeto carismático, siendo un bandido sus objetivos fueron siempre las propiedades y el ganado de los grandes hacendados. Su botín siempre se repartió entre sus hombres y las comunidades más necesitadas, era conocido como “el amigo de los pobres”; por lo anterior Reed lo describe como el Robin Hood mexicano.
Eran además bien conocidos su aplomo y coraje en la batalla.
Su humildad y nobleza eran incuestionables. Cuando alguien le insinúa la posibilidad de lanzarse a la presidencia, él reconoce no tener la educación suficiente para gobernar el país. Fue fiel a Madero aún en el momento más aciago de su rompimiento con Huerta. A Carranza siempre lo llamó “mi jefe”.
Fue un hombre alegre. Disfrutaba de las corridas de toros, incluso, se lanzaba al ruedo aun sin conocer a bien la tauromaquia; además peleaba a sus propios gallos. Nunca se le vio tomado y no fumaba. Sus grandes pasiones eran las mujeres y el baile, lo que le valió el mote de “el mejor novio de México”.
Pero, a mi parecer, lo que realmente genera la fascinación de estos escritores es que Villa era curioso, inquisitivo. Una persona que siempre trató de superarse a si mismo. Siempre quería saber el porque de las cosas; aunque no alcanzara a comprender. Se forzó a si mismo a aprender a leer y escribir cuando se vio ya involucrado en política, sin importar las posibles risas burlonas cuando leía como un niño alargando las palabras.
Disfrutaba descubrir nuevas ideas y se informaba al respecto, cuestionaba a los intelectuales sobre el socialismo o bien sobre el voto femenino.
Y esto hace de aquel insignificante Doroteo Arango la esfinge gloriosa de Villa.
Imagen. "El Centauro del norte" del pintor reynosense Oscar Tijerina.
Dedicado a JAAP por contagiarme su fascinación por Villa, por la revolución y por Reed.
4 comentarios:
Mike:
Excelente investigación y excelente redacción.
Me encantan tus letras, me haces volar a través de ellas, y pintas al Villa como un ángel revolucionario!
Felicidades, me encantó, fascinó etc...
ENHORABUENA!
Muchas gracias por la dedicatoriaa. Buen texto, que la lucha siga! Que no muera el sueño de mi general!
¿Que cosa puedo decir que no te haya dicho cuando fui a escucharte? Nada más lo único que siento que faltó no fue el texto, sino por tu cuenta, subir un poco la voz, soltarte y disfrutar el texto con el mismo esmero con el que lo escribiste =)
Sencillamente me declaro una seguidora Villista. Me encantó lo que leí de mi General. Felicidades !
Publicar un comentario